Esta historia comienza en 1970, cuando dos almas profundamente conectadas con la naturaleza —Adalberto “Peke” Sosa y Elsa Beatriz den Dulk— dieron el primer paso de un sueño que marcaría para siempre la historia del avistaje de ballenas en nuestras costas. Impulsados por un amor inmenso por el mar y una vocación por su cuidado, se convirtieron en pioneros de una actividad que por entonces apenas comenzaba a imaginarse como una experiencia posible.
Peke Sosa no solo fue un visionario, sino también el primer guardafauna de la provincia, un defensor incansable de la vida marina, cuyo compromiso sentó las bases para la conservación de nuestros ecosistemas. Hoy, con el mismo brillo en la mirada y la pasión intacta, Peke sigue entre nosotros, compartiendo historias, enseñanzas y conocimientos con las nuevas generaciones de su familia y con todos aquellos que se acercan al mar con respeto y admiración. Su presencia es un faro, una guía viva que mantiene encendida la llama de la conciencia ambiental.
Lo que comenzó con una lancha, una mirada atenta y un respeto infinito por la vida marina, se transformó con el tiempo en una empresa con alma, que lleva más de 50 años acercando a miles de personas al encuentro inolvidable con las ballenas. Pero más allá de la emoción de cada excursión, late una misión más profunda: cuidar, proteger y educar.
Este compromiso se ha transmitido como un tesoro a lo largo de cuatro generaciones, que han abrazado con orgullo y amor el legado de Peke y Elsa. Hijos, nietos y bisnietos han crecido no solo rodeados de mar, sino también de valores: el respeto por la vida, la sensibilidad por el entorno, y la certeza de que conservar el océano es proteger nuestro verdadero hogar.
Las embarcaciones surcan el mar con respeto, dejando atrás huellas invisibles, pero sembrando en cada visitante una semilla de conciencia. Porque cada avistaje no es solo una postal: es una invitación a mirar el mundo con otros ojos, a entender que la majestuosidad de una ballena es también un llamado urgente a cuidar lo que aún tenemos.
Hoy, más de medio siglo después, esta familia sigue al frente de su propósito, con la misma pasión intacta y la convicción de que el amor por el mar puede heredarse. Y así lo han demostrado, siendo ejemplo vivo de que cuando se trabaja con el corazón, el legado no solo perdura: se multiplica.